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Mostrando las entradas de marzo, 2021

Pies en los zapatos

  Mi camino está plano porque hago de  los obstáculos  mis zapatos, meto las piedras del camino  en ellos y si queda algo de suciedad no volteo a mirarla de nuevo. Porque no ver es como no saber, como olvidar. Por eso si vuelvo la mirada,  no la bajo;  y si la llego a bajar, miro hacia el  frente. Pero no veo mis pies, más que para meter dentro de mis  zapatos las piedras. Aunque no veo los pies, veo mis zapatos. Siento los pies,  pues sigo caminando. Siento los pies, pues los estoy tocando. Pero mis ojos ven el calzado, y me intento convencer de que esos son  mis pies. Así que sigo mi  camino,  de frente hacia un cielo despejado y un  sol brillante; pero sin nubes que  bloqueen  el camino, ni  montañas que alteren el paisaje,  y una vía escabrosa  que iré metiendo a mis zapatos.

Iluminación

Ven, acércate, no tengas miedo, dijo ella, no tengas miedo de mí, por favor. Y él se acercó hacia el color, que emanaba de ese ser incandescente. Se acercó frenéticamente, como queriendo salir de  la oscuridad grisácea y bicolor.  Ella lo tocó en la cabeza, fulgurante de color y rebosante  de luz. Y tan pronto como él  se acercó a ella y cruzó la frontera de las tinieblas  e iluminase todo, la niebla que lo ceñía se dispersó y desapareció consumida por el color. Y tan pronto como él se acercó a ella, toda la obcecación  tomó fondo y forma, formando parte de la luz y el color. Y tan pronto como ella puso su mano verde y sus dedos violáceos en la cabeza negra de él, se disolvió para siempre dejándolo solo  en medio de todo lo que se había transformado, dejándolo como su digno sucesor, esperando al siguiente o a la siguiente que se dignase a atravesar las  tinieblas que en un momento  tenían que volver. Pero había dos cosas seguras,  que él...

Sólo oscuridad

Abro los ojos. Me despierta el albor incipiente de la mañana que entra como delgados rayos de sol a través de los pequeños resquicios que mantienen separadas las persianas. Un zumbido intenso me aturde en mi repentina vigilia como implorando que esa ligera luz que atraviesa las cortinas desaparezca por completo. Así que cierro bruscamente los ojos y me doy vuelta en la cama como para evitar el leve, casi nimio claro que interrumpió mi incómodo y no tan reparador sueño. Pero ahora que ese atisbo de luz desapareció, ese atisbo que me encandilaba como si con unos binoculares hubiese observado directamente al sol, ese atisbo que incendiaba mis ojos y ejercía tal presión en mi cabeza que hubiera preferido que explotara por los aires de una vez por todas; ahora que ese atisbo de luz desapareció al darme vuelta en mi propio eje para evitarlo y seguir durmiendo, me di cuenta de que era imposible conciliar el sueño pues una vez que la luz cegadora arrancó de raíz el sopor en mis sentidos, pude ...