Iluminación


Ven, acércate, no tengas miedo,

dijo ella,

no tengas miedo de mí,

por favor.


Y él se acercó hacia el color,

que emanaba

de ese ser

incandescente.


Se acercó frenéticamente,

como queriendo salir de 

la oscuridad grisácea

y bicolor. 


Ella lo tocó en la cabeza,

fulgurante de color

y rebosante 

de luz.


Y tan pronto como él 

se acercó a ella

y cruzó la frontera de las tinieblas 

e iluminase todo,

la niebla que lo ceñía

se dispersó

y desapareció

consumida por

el color.


Y tan pronto como él

se acercó a ella,

toda la obcecación 

tomó fondo y forma,

formando parte

de la luz y el color.


Y tan pronto como ella

puso su mano verde

y sus dedos violáceos

en la cabeza negra de él,

se disolvió para siempre

dejándolo solo 

en medio de todo lo que

se había transformado,

dejándolo como su digno sucesor,

esperando al siguiente

o a la siguiente

que se dignase a atravesar las 

tinieblas

que en un momento 

tenían que volver.


Pero había dos cosas seguras, 

que él no iba a regresar

a la oscuridad,

y que algún día se iba a disolver.


Algún día.


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