Sueños de primavera
¿Recuerdas cuando nos acostábamos
en el jardín sintiendo el roce del pasto
incrustándose en nuestros brazos desnudos
y nuestras piernas entrelazadas?
¿Recuerdas cuando, acostados en el jardín,
con la jacaranda protegiéndonos de los rayos del sol del atardecer
y cobijandonos con su manto morado,
girábamos nuestras cabezas y nos mirábamos a los ojos?
¿Recuerdas que al mirarnos a los ojos,
nuestras pupilas se dilataban y nuestra vista se ofuscaba,
y una sonrisa se esbozaba en nuestro rostro,
y sentíamos a las hormigas subir por nuestra piel?
Pues yo no lo recuerdo,
porque nunca sucedió.
El jardín, vacío excepto con una jacaranda en primavera,
el césped recién cortado y el sol al atardecer;
y nosotros, acostados y entrelazados y ofuscados,
con nuestros ojos destellando y entrelazándose
como rayos infrarrojos;
nada de eso existió.
No existió más que en ese jardín vacío,
con una jacaranda y contigo,
ese lugar que no existe,
o que aún no ha podido existir.
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