El pasado en la nube.

 Estaba mirando perfiles de gente que me sigue y a la que sigo, de mis amigos. De gente que conocí en el pasado y de gente que ahora ya no sé si conozco. 

     De personas que conocí por corto tiempo y que desaparecieron para siempre en mi vida o de personas que conocí por un largo tiempo pero que ahora ya no significan nada para mí, ni yo tengo alguna relevancia para ellas. 

      Todo eso enterrado en el cementerio del olvido. Un olvido total. No sé del paradero de quienes he olvidado, pero sí lo que han hecho, quiénes les comentan, sus relaciones sentimentales, a donde fueron de vacaciones o sus opiniones sobre la vida o su entorno; pero no como son en realidad. 

      Eso es como si los conociera, ¿no? Pues no. No los conozco en lo absoluto. Hubo gente, en el pasado, que no llegué a conocer. Hubo incluso gente que no conozco en lo absoluto. Hubo gente con la cual hice buenas migas y llevamos una relación cercana, sentimental o amistosa. 

      Pero ahora eso ya no es nada. Solo son imágenes, ubicaciones y palabras. Imágenes, ubicaciones y palabras que no dicen nada. Que raspan la superficie pero no hienden las profundidades; como si se usara una navaja únicamente para cortar la barba y no enterrarla en el cuello, degollando la garganta haciendo que toda la sangre brote y la piel se abra en una enorme zanja que sacará todo lo que hay dentro de uno.

       Así es el mundo en el que vivimos, nos dejamos guiar por las cosas que gente que no conocemos dice o hace en lugares que, objetivamente, no existen. Así creamos nuestra opinión y juicio sobre esa persona y la denigramos gracias a nuestras conjeturas hechas con una parte que tenemos hueca en la cabeza, o en un lugar que tenemos muerto en el corazón; o la alabamos gracias a nuestros juicios hechos en una parte inservible en el razonamiento, o en un lugar en el corazón que, por no haber sido tocado aún por la realidad, es inocente.

       

Pero a pesar de todo lo trivial y superficial, no podemos evitar recordar lo que vivimos cuando vemos a esa persona en nuestra pantalla. No podemos evitar rememorar ese momento o momentos, por más nimios e insignificantes que fueran, en el que nuestros caminos se cruzaron, para después seguir hacia donde estos nos llevan, que es donde estamos ahorita. 

      Lo mejor, que incluso puede ser lo peor, de todo es que no sabemos si los caminos de ambos no se volverán a cruzar. 

         No lo sé, lo único que quiero ahora es dormir un poco. Son las tres de la mañana y sigo en el celular. Quizá deba apagarlo para así poder dormir. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Límites

Se acabó