Sin saberlo
Los humos suben al quemarse la casa
que yo habitaba sin saberlo,
recorriendo el oscuro cielo
hasta arriba,
para desaparecerse sin yo
verlo.
Siento el calor inundando mi cuerpo
de una pasión que no existía,
en una casa en la que yo vivía,
sin saberlo.
Se cayeron los cimientos,
los cuartos, los techos;
y yo, viéndolo pero sin saberlo,
no podía menos que creer
que mi vida no era más que un
sueño.
Impertérrito, sin miedo,
pero estupefacto,
contemplaba la escena que
mis ojos veían, que mi cuerpo
sentía, que mi corazón latía;
pero que mi alma no creía.
Y así se cayó mi casa,
en la cual habitaba,
sin saberlo,
como en un sueño;
y que lo único real era
lo que yo estaba viendo.
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