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Mostrando las entradas de junio, 2021

El último adiós

  La noche caía dentro de mí y oprimía mi ser así como a mi habitación. Pasaban las horas, y cada vez se hacía más densa. Había poca luz al exterior, y ninguna dentro del cuarto. El sol tardaría en subir por mi ventana y aún más en taladrar mi interior. No había ruidos, ni voces, ni pasos que se atrevieran a hacerse notar en el exterior, atravesando la nada que hacía la oscuridad. Y yo, intentando dejar de pensar por un maldito momento y dejar atrás los sentimientos que se despertaban, como vampiros, al alzarse las brumas que la noche mellaba en la ciudad. Era como si el gran creador hubiese puesto una cortina negra en el cielo para que, dejándonos a nuestras expensas, fuéramos libres de hacer lo que quisiéramos, pues él no estaba vigilando nuestras acciones; y por un momento no éramos sus hijos, sino seres completamente desconectados de su creación. De esta manera, miraba la ventana que me mostraba los semblantes y los contornos de una ciudad que, de no ser porque de alguna manera...

Se acabó

  Caminaba hacia la inevitable disipación de mi fortuna mientras reconsideraba las decisiones y la suerte que había tenido hasta entonces. Miraba los escaparates de las tiendas sin más sensación que una perfecta indiferencia hacia todo lo que no fuera mi infortunio y la melancolía de las épocas doradas. No podía pensar en nada más que en eso. Sin embargo, todo eso parecían fantasmas del pasado a pesar de que mi buena racha había terminado tres horas atrás. Es asombroso cómo podemos perder la capacidad de recordar los buenos tiempos cuando un mal suceso nos cortó el camino de la prosperidad y nos lleva hacia la desolación.           No dejaba de ver a nadie más que a mí, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos, dejando en segundo plano a las personas, a las tiendas, a la banqueta.            Todo eso mientras pensaba no en lo que tenía hasta entonces, sino en lo que habí...

La soledad de las multitudes

  Amo la soledad de las multitudes. Estar en el bullicio de la masa, con gente desconocida y que es muy poco probable que  conozca. Formar parte del gran rebaño disperso, sin rumbo definido ni más pertenencia que la condición humana. Gente que, al estar como yo, sumida en la soledad de las  multitudes,  es indiferente a mí así como  yo lo soy hacia los demás. Simplemente soy una pizca de arena y no importa si el mar me atrae o me deja en la costa. Mientras, me escabullo entre almas  y seres,  entre espíritus  y demonios, a mis anchas entre el desinterés  de la masa.  Y dejo que esta me impregne de sus múltiples formas, para así poder ser en un lugar donde no existo.