Entradas

Límites

  En medio de una nada abrasante, en medio de un vacío en el que  SÓLO se encuentra mi aura. Encerrado en la infinidad de los límites, esos límites que no existen pero que duelen, que atrofian, que desgarran, que abrasan. Ensimismado en ese negro (¿o blanco?)  invisible que evita que siga a mi paso, aunque camine cien kilómetros. Pues no hay trayecto si no hay límites, y no hay vacío que los tenga.

Fuga de amor

  El amor se fuga de mi Corazón, se queman mis entrañas, mi piel se estremece  y mis extremidades se entumecen. La cuerda que sostiene mi razón se convierte en un hilo que amenaza con romperse.  —Concédeme una tregua, Corazón, pues todo mi ser sufre—digo. —Lo único que tienes que hacer es seguirme—responde—,  pues de otra forma te arrepentirás para siempre. “Si quieres que me calme, debes escucharme, pues vencerme es inevitable,  y si quieres plenitud, amor y virtud, lo que tienes que hacer es no aplacarme.” El amor se fuga de mi Corazón, se queman mis entrañas, mis huesos se congelan, y mi cuerpo sólo se engaña. Entonces sigo al Corazón, lo escucho y no lo aplaco. ¡Por fin el destino es conmigo amigable!

¿Por qué el poeta habla de lo mismo?

  Destino, vacío, tormento, vida, escarnio, dolor, pasión, muerte, independencia, fragilidad, revolución,  deseo, anhelo, pasado y más que nada amor amor amor. Porque no escribiría de otra cosa. Porque si no existiera esto, la poesía tampoco. 

Nube blanca

  Una nube blanca que cubre las estrellas, su brillo deslumbra y mi corazón se despeja. El cielo se limpia, y la nube está conmigo. Siempre pequeña,  siempre risueña. Su sonrisa a mi corazón vida le quita,  pues al verla mortalmente  palpita.  Y es el sueño quien  la recuerda, y al despertar  es su olor quien  no la olvida.

Vibraciones

  Las nubes desaparecen, el sol cede y el calor nos da una  tregua. El cielo está a punto de ser naranja, la multitud alrededor su tamaño disminuye, y nuestros corazones laten con la misma  frecuencia. Vibraciones intensas desatan una reacción química,  nuestros ojos anhelantes no desean  el final.  Silencios con brisa penetran nuestra piel, los árboles frondosos nos cubren  como viejos sabios  que lo han visto miles de veces  y esta no sería la última. 

El último adiós

  La noche caía dentro de mí y oprimía mi ser así como a mi habitación. Pasaban las horas, y cada vez se hacía más densa. Había poca luz al exterior, y ninguna dentro del cuarto. El sol tardaría en subir por mi ventana y aún más en taladrar mi interior. No había ruidos, ni voces, ni pasos que se atrevieran a hacerse notar en el exterior, atravesando la nada que hacía la oscuridad. Y yo, intentando dejar de pensar por un maldito momento y dejar atrás los sentimientos que se despertaban, como vampiros, al alzarse las brumas que la noche mellaba en la ciudad. Era como si el gran creador hubiese puesto una cortina negra en el cielo para que, dejándonos a nuestras expensas, fuéramos libres de hacer lo que quisiéramos, pues él no estaba vigilando nuestras acciones; y por un momento no éramos sus hijos, sino seres completamente desconectados de su creación. De esta manera, miraba la ventana que me mostraba los semblantes y los contornos de una ciudad que, de no ser porque de alguna manera...

Se acabó

  Caminaba hacia la inevitable disipación de mi fortuna mientras reconsideraba las decisiones y la suerte que había tenido hasta entonces. Miraba los escaparates de las tiendas sin más sensación que una perfecta indiferencia hacia todo lo que no fuera mi infortunio y la melancolía de las épocas doradas. No podía pensar en nada más que en eso. Sin embargo, todo eso parecían fantasmas del pasado a pesar de que mi buena racha había terminado tres horas atrás. Es asombroso cómo podemos perder la capacidad de recordar los buenos tiempos cuando un mal suceso nos cortó el camino de la prosperidad y nos lleva hacia la desolación.           No dejaba de ver a nadie más que a mí, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos, dejando en segundo plano a las personas, a las tiendas, a la banqueta.            Todo eso mientras pensaba no en lo que tenía hasta entonces, sino en lo que habí...